jueves, 29 de septiembre de 2011

Bajamar

DÏas de playa en otoño

. Estamos pasando los últimos días de otoño en la playa,la verdad es que son los mejores días de playa,la marea a medio día está superalta y casi nos quedamos sin arena a las 3 de la tarde,cuando nos subimos,los baños que nos damos son increibles,con olas altísimas y muy fuertes. A Juan ya lo están indennizando por el accidente,pero todavía tiene para un mes mas,aunque las penas con pan son menos penas,yo hubiera preferido que se hubiera ido a Alemania a seguir sus estudios,pero bueno.... El proyecto de Mercedes va viento en popa,está muy contenta,y deseando empezar,pero hasta mitad de Octubre no hay nada que hacer Yo pretendo irme al Bosque este finde,a casa de Chino y Maritó,a ver si me encuentro con ganas. Gonzalo está de baja,ahora acaba de ir al médico,a lo mejor lo tienen que operar de hemorro....está muy fastidiado. A Coty le hicieron la prueba y muy bien,ahora hay que esperar diez días los resultados. Tardo mucho en escribir los post,porque no tengo portátil y escribo con el de Juan y está siempre ocupado.

viernes, 23 de septiembre de 2011

LLEGÓ EL OTOÑO

. Hoy tenemos un día otoñal totalmente,pero mañana iremos otra vez a la playa Mercedes me ha dicho que Álvaro está muy contento en Italia,ya tiene piso con 3 compañeros. Paloma ya ha empezado su facu de medicina y ya tiene mucho que estudiar,está en una residencia,muy contenta... Javier se llevó a Marta a Madrid y tambien ha empezado las clases. ,ahora va MªPaz a Madrid los finde. Blanca aprobó su examen de azafata y a final de mes se va a Madrid al piso con su hermano Nacho a hacer entrevistas,y seguro que antes de un mes encuentra trabajo,lo reune todo,idiomas,título,altura ,tipo y guapa a rabiar Juan sigue mejorando,auque hasta el lunes 26 no le quitan los últimos puntos,!que paciencia hay que tener! Mercedes tiene casi todo a punto para su nuevo proyecto,está muy contenta porque le está saliendo todo muy bien. Yo sigo bien a veces,otras,regular,pero con muchas ganas de que todas las piedrecitas que tengo en el camino se quiten del medio...y con mucha paciencia que es lo que me falta,aunque ya sé que por mucho madrugar no amanece mas temprano. A Jose Luis, el lunes por la mañana le van a hacer una prueba importante,pero es ambulatoria. Hoy se celebra el cumple de Jaime en la ludoteca...

sábado, 17 de septiembre de 2011

Subiendo la cuesta

. ¿Os acordais en Lisboa subiendo en este tranvia que parecía que no iba a ser capaz de subir la cuesta? Al fina llegamos arriba y no fue para tanto. Ahora estoy un poco liada con los papeples del accidente de Juan,me llaman mucho de mi compañía de seguros,y de la compañía contraria,ya nos han dicho cuanto nos dan por la moto,que la dieron por siniestro total. Estos días estamos desayunando Mariam y yo con TIZA y BRUNO,es pa vernos. No se nada de Alvaro Fdez y de Paloma Gcia,pero me imagino que habrán llegado a sus destinos bien. Pili,Mercedes y Begoña,estuviron ayer en Segovia pasando el día,esta noche llegarán a Cádiz. Por las tardes voy con Ana a tomarnos algo,pero cerca de casa porque todavía me duele un poco el pié y cogeo,pero ya me duele mucho menos A Juan todavía no le han quitado los puntos,pero está muchísimo mejor,el martes 20 tenemos médico a ver que le dice,me imagino que ya le quedará menos de rehabilitación,hoy se ha ido a la Punta de San Felipe a pescar..

jueves, 15 de septiembre de 2011

" Padre, Papá, Papi, Pa, ...."

Hasta hace cosa de un siglo, los hijos acataban el cuarto mandamiento como un verdadero dictamen de Dios. Imperaban normas estrictas de educación: Nadie se sentaba a la mesa antes que el padre, nadie hablaba sin permiso del padre, nadie repetía el almuerzo sin el permiso del padre, nadie se levantaba de la mesa si el padre no se había levantado antes; por algo era el padre. La madre fue siempre el eje sentimental de la casa, el padre siempre la autoridad suprema. Cuando el padre miraba fijamente a la hija, esta abandonaba todo; a una orden del padre los hijos varones cortaban leña, alzaban bultos o se hacían matar en la guerra. Todo empezó a cambiar hace unas siete décadas, cuando el padre dejó de ser el padre y se convirtió en papá. El mero sustantivo era ya una derrota. Padre es una palabra sólida, rocosa, imponente; papá es un apelativo para oso de felpa o para perro faldero; da demasiada confianza. Además, la segunda derrota es que papá es una invitación al infame tuteo, con el uso de papá el hijo se sintió autorizado para protestar, cosa que nunca había ocurrido cuando el papá era el padre A diferencia del padre, el papá era tolerante. Permitía al hijo que fumara en su presencia, en vez de arrancarle los dientes con una trompada, como hacía el padre en circunstancias parecidas. Los hijos empezaron a llevar amigos a la casa y a organizar bailes y bebidas, mientras papá y mamá se desvelaban y comentaban en voz baja: Bueno, por lo menos tranquiliza saber que están tomándose unos tragos en casa y no en quién sabe dónde. El papá marcó un acercamiento generacional muy importante, algo que el padre desaconsejaba por completo. Los hijos empezaron a comer en la sala mirando la tele, mientras papá y mamá lo hacían solos en la mesa; tomaban el teléfono sin permiso, sacaban dinero de la cartera de y usaban sus mejores camisas. La hija comenzó a salir con pretendientes sin chaperón y a exigirle a papá que no le pusiera mala cara al insoportable novio y que le ofreciera que, en vez de llamarlo "señor González", como habría llamado al padre, que lo llamara simplemente "Tato". Papá seguía siendo la autoridad de la casa, pero una autoridad bastante maltrecha. Nada comparable a la figura prócer del padre. Era, en fin, un tipo querido; lavaba, planchaba, cocinaba y, además, se le podía pedir un consejo o también dinero prestado. Y entonces vino papi. Papi es un invento reciente de los últimos 20 ó 30 años. Descendiente menguado y raquítico de padre y de papá, ya ni siquiera se le consulta ni se le pregunta nada. Simplemente se le notifica. Papi, me llevo el auto, dame para gasolina. Le ordenan que se vaya al cine con mami mientras los hijos están de fiesta y que, cuando vuelvan, entren en silencio por la puerta de atrás. Tiene prohibido preguntarle a la nena quién es ese tipo despeinado que desayuna descalzo en su cocina. Ni hablar de las tarjetas de crédito, la ropa, el turno para ducharse, la afeitadora, el ordenador, las llaves. Lo tutean y hasta le indican cómo dirigirse a ellos: ¡Papi, no me vuelvas a llamar "chiquita" delante de Jonathan! Aquel respeto que inspiraba el padre y, hasta cierto punto, el papá, se transformó en exceso de confianza además de convertirse en un franco abuso hacia papi: ¡Oye, papi, se me está acabando el whisky! ¡Oye papi, anda a comprar pan! No sé qué seguirá después de papi. Supongo que la esclavitud o el destierro definitivo. Yo estoy aterrado, después de haber sido nieto de padre, hijo de papá y papi de mis hijos, mis nietas han empezado a llamarme "pa." CREO QUE QUIEREN DECIR ===============>>>> ¡PA QUE MIERDA SIRVES !

miércoles, 14 de septiembre de 2011

CALOR Y LEVANTE

Está haciendo mucho calor,pero en la playa se está de lujo,se han ido los veraneantes y quedamos los de aquí,aunnque ayer,estando en la orilla,vino una ola,me revoleó y me hice un esguince de tobillo. A Juan le han intervenido el dedo central de la mano izquierda,le han sacado un cristal que tenía incrustado,está muy contento,porque ya no le duele la mano y puede abrir y cerrar los dedos.Me ha dicho el médico que en tres semanas o un mes estará de alta. Yo tambien estoy muy bien,cada día veo las cosas mejor,porque !valla veranito!.,lo que me faltaba era lo del esguince.
El Domingo estuvimos en la Playa Victoria,a la altura de Baro,nos tomamos una cerveza con Javier y Mª Paz y vimos los avioines,lo pasamos muy bien y el tiempo,fenomenal.

¿ASÍ SE PESCA EN ROCHE?

viernes, 2 de septiembre de 2011

UN ARTÍCULO SOBRE LA JMJ, DE MARIO VARGAS LLOSA EN EL PAIS


Bonito espectáculo el de Madrid invadido por cientos de miles de jóvenes procedentes de los cinco continentes para asistir a la Jornada Mundial de la Juventud que presidió Benedicto XVI y que convirtió a la capital española por varios días en una multitudinaria Torre de Babel. Todas las razas, lenguas, culturas, tradiciones, se mezclaban en una gigantesca fiesta de muchachas y muchachos adolescentes, estudiantes, jóvenes profesionales venidos de todos los rincones del mundo a cantar, bailar, rezar y proclamar su adhesión a la Iglesia católica y su "adicción" al Papa ("Somos adictos a Benedicto" fue uno de los estribillos más coreados).
Salvo el millar de personas que, en el aeródromo de Cuatro Vientos, sufrieron desmayos por culpa del despiadado calor y debieron ser atendidas, no hubo accidentes ni mayores problemas. Todo transcurrió en paz, alegría y convivencia simpática. Los madrileños tomaron con espíritu deportivo las molestias que causaron las gigantescas concentraciones que paralizaron Cibeles, la Gran Vía, Alcalá, la Puerta del Sol, la Plaza de España y la Plaza de Oriente, y las pequeñas manifestaciones de laicos, anarquistas, ateos y católicos insumisos contra el Papa provocaron incidentes menores, aunque algunos grotescos, como el grupo de energúmenos al que se vio arrojando condones a unas niñas que, animadas por lo que Rubén Darío llamaba "un blanco horror de Belcebú", rezaban el rosario con los ojos cerrados.
Hay dos lecturas posibles de este acontecimiento, que EL PAÍS ha llamado "la mayor concentración de católicos en la historia de España". La primera ve en él un festival más de superficie que de entraña religiosa, en el que jóvenes de medio mundo han aprovechado la ocasión para viajar, hacer turismo, divertirse, conocer gente, vivir alguna aventura, la experiencia intensa pero pasajera de unas vacaciones de verano. La segunda la interpreta como un rotundo mentís a las predicciones de una retracción del catolicismo en el mundo de hoy, la prueba de que la Iglesia de Cristo mantiene su pujanza y su vitalidad, de que la nave de San Pedro sortea sin peligro las tempestades que quisieran hundirla.
Una de estas tempestades tiene como escenario a España, donde Roma y el gobierno de Rodríguez Zapatero han tenido varios encontrones en los últimos años y mantienen una tensa relación. Por eso, no es casual que Benedicto XVI haya venido ya varias veces a este país, y dos de ellas durante su pontificado. Porque resulta que la "católica España" ya no lo es tanto como lo era. Las estadísticas son bastante explícitas. En julio del año pasado, un 80% de los españoles se declaraba católico; un año después, solo 70%. Entre los jóvenes, 51% dicen serlo, pero solo 12% aseguran practicar su religión de manera consecuente, en tanto que el resto lo hace solo de manera esporádica y social (bodas, bautizos, etcétera). Las críticas de los jóvenes creyentes -practicantes o no- a la Iglesia se centran, sobre todo, en la oposición de ésta al uso de anticonceptivos y a la píldora del día siguiente, a la ordenación de mujeres, al aborto, al homosexualismo.
Mi impresión es que estas cifras no han sido manipuladas, que ellas reflejan una realidad que, porcentajes más o menos, desborda lo español y es indicativo de lo que pasa también con el catolicismo en el resto del mundo. Ahora bien, desde mi punto de vista esta paulatina declinación del número de fieles de la Iglesia católica, en vez de ser un síntoma de su inevitable ruina y extinción es, más bien, fermento de la vitalidad y energía que lo que queda de ella -decenas de millones de personas- ha venido mostrando, sobre todo bajo los pontificados de Juan Pablo II y de Benedicto XVI.
Es difícil imaginar dos personalidades más distintas que las de los dos últimos Papas. El anterior era un líder carismático, un agitador de multitudes, un extraordinario orador, un pontífice en el que la emoción, la pasión, los sentimientos prevalecían sobre la pura razón. El actual es un hombre de ideas, un intelectual, alguien cuyo entorno natural son la biblioteca, el aula universitaria, el salón de conferencias. Su timidez ante las muchedumbres aflora de modo invencible en esa manera casi avergonzada y como disculpándose que tiene de dirigirse a las masas. Pero esa fragilidad es engañosa pues se trata probablemente del Papa más culto e inteligente que haya tenido la Iglesia en mucho tiempo, uno de los raros pontífices cuyas encíclicas o libros un agnóstico como yo puede leer sin bostezar (su breve autobiografía es hechicera y sus dos volúmenes sobre Jesús más que sugerentes). Su trayectoria es bastante curiosa. Fue, en su juventud, un partidario de la modernización de la Iglesia y colaboró con el reformista Concilio Vaticano II convocado por Juan XXIII.
Pero, luego, se movió hacia las posiciones conservadoras de Juan Pablo II, en las que ha perseverado hasta hoy. Probablemente, la razón de ello sea la sospecha o convicción de que, si continuaba haciendo las concesiones que le pedían los fieles, pastores y teólogos progresistas, la Iglesia terminaría por desintegrarse desde adentro, por convertirse en una comunidad caótica, desbrujulada, a causa de las luchas intestinas y las querellas sectarias. El sueño de los católicos progresistas de hacer de la Iglesia una institución democrática es eso, nada más: un sueño. Ninguna iglesia podría serlo sin renunciar a sí misma y desaparecer. En todo caso, prescindiendo del contexto teológico, atendiendo únicamente a su dimensión social y política, la verdad es que, aunque pierda fieles y se encoja, el catolicismo está hoy día más unido, activo y beligerante que en los años en que parecía a punto de desgarrarse y dividirse por las luchas ideológicas internas.
¿Es esto bueno o malo para la cultura de la libertad? Mientras el Estado sea laico y mantenga su independencia frente a todas las iglesias, a las que, claro está, debe respetar y permitir que actúen libremente, es bueno, porque una sociedad democrática no puede combatir eficazmente a sus enemigos -empezando por la corrupción- si sus instituciones no están firmemente respaldadas por valores éticos, si una rica vida espiritual no florece en su seno como un antídoto permanente a las fuerzas destructivas, disociadoras y anárquicas que suelen guiar la conducta individual cuando el ser humano se siente libre de toda responsabilidad.
Durante mucho tiempo se creyó que con el avance de los conocimientos y de la cultura democrática, la religión, esa forma elevada de superstición, se iría deshaciendo, y que la ciencia y la cultura la sustituirían con creces. Ahora sabemos que esa era otra superstición que la realidad ha ido haciendo trizas. Y sabemos, también, que aquella función que los librepensadores decimonónicos, con tanta generosidad como ingenuidad, atribuían a la cultura, esta es incapaz de cumplirla, sobre todo ahora. Porque, en nuestro tiempo, la cultura ha dejado de ser esa respuesta seria y profunda a las grandes preguntas del ser humano sobre la vida, la muerte, el destino, la historia, que intentó ser en el pasado, y se ha transformado, de un lado, en un divertimento ligero y sin consecuencias, y, en otro, en una cábala de especialistas incomprensibles y arrogantes, confinados en fortines de jerga y jerigonza y a años luz del común de los mortales.
La cultura no ha podido reemplazar a la religión ni podrá hacerlo, salvo para pequeñas minorías, marginales al gran público. La mayoría de seres humanos solo encuentra aquellas respuestas, o, por lo menos, la sensación de que existe un orden superior del que forma parte y que da sentido y sosiego a su existencia, a través de una trascendencia que ni la filosofía, ni la literatura, ni la ciencia, han conseguido justificar racionalmente. Y, por más que tantos brillantísimos intelectuales traten de convencernos de que el ateísmo es la única consecuencia lógica y racional del conocimiento y la experiencia acumuladas por la historia de la civilización, la idea de la extinción definitiva seguirá siendo intolerable para el ser humano común y corriente, que seguirá encontrando en la fe aquella esperanza de una supervivencia más allá de la muerte a la que nunca ha podido renunciar. Mientras no tome el poder político y este sepa preservar su independencia y neutralidad frente a ella, la religión no sólo es lícita, sino indispensable en una sociedad democrática.
Creyentes y no creyentes debemos alegrarnos por eso de lo ocurrido en Madrid en estos días en que Dios parecía existir, el catolicismo ser la religión única y verdadera, y todos como buenos chicos marchábamos de la mano del Santo Padre hacia el reino de los cielos. 
* "El País". 28 de VIII. 2011